Poema de Daniela Lourdes Bastías
UNA VEZ FUI UN MUCHACHO
Una vez fui un muchacho, me ví
como en un sueño claro, yo
caminaba, mi camisa tenía
los colores de la tierra, yo mismo
iba hacia la tierra junto al sol
de la mañana caminaba
el sol
era distinto, suspendido,
quieto sobre un fondo de aire, yo
podía ver las marcas que los rayos dejaban
a su paso, lilas, naranjas, hambrientas de
la luz por la luz en su lenguaje de
piedras.
Esta imagen no podía cambiar, sólo
expandirse, nacerse a si misma, no podía
cambiar, era tan diáfana que podía yo hacer
con las partículas
un collar de perlas, ¿amaba yo a una mujer,
sufría o abrigaba en mi interior alguna
esperanza?
el mundo era brillante, tenía
la sonoridad de los pájaros, de esa curva
que forma como el gesto de una mano sus
delicados vientres.
Todo el monte se abría a ambos lados
del camino, mi vista alcanzaba los techos
de pequeños poblados, yo
caminaba, una música familiar embriagaba
mi pesada cabeza, también entonces lo
beatífico de vivir
era haber nacido en esa misma tierra que
veían mis ojos, ella me había dado
un carácter y un nombre y por fin
comprendía yo cabalmente que no importaba
el futuro ni el presente sino
el pasado, un pasado común
como un animal pequeño.
Una vez fui un muchacho
llegaba yo sereno a los bordes de una
enorme laguna, unos débiles
juncos se movían levemente, circularmente,
yuyitos
verdes y amarillos
me hacían la señal, abría mis manos,
las semillas de fresno
tocaban las aureolas de luz y yo
me sumergía en las aguas.
© Daniela Lourdes Bastías
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