Poema de Ariel Ovando
LAS HERIDAS
DE SAN SEBASTIÁN
¿Por qué el fantasma del
apóstol
hundió su
dedo en la lengua de san Sebastián,
como si
acaso no le hubiera oído jamás pronunciar palabra?
¿Por qué se
ensañó ese primer día? ¿Por qué se calentó así,
porqué se
frotó las mejillas y los muslos en la oscuridad
por qué le
antecedía la forma del espejo,
en el hombre atravesado de
flechas?
¿La
enredadera del martirio no tarda tres días
en florecer?
¿ En
cicatrizar el costado de las palabras nuevas?
¿ Y con qué
derecho toca usted a mi divino marica?
¿Y por qué,
el mismo dedo en el costado, pienso
por qué no entre las piernas del
demiurgo
enmascarado
que nos arrojó
a la senectud
si hay
lentejuelas para el lomo de la yegua infernal
si hay
demiurgo, es decir, diosito mínimo made in Taiwán,
si hay el
animal print
más animal que
print,,
si hay la sombra de un caballo en su boca abierta
ante la eternidad que incendia
los pastizales
que quema a
los alaridos el alcohol las ingles
el reguero de estrellas por
delante?
¿Por qué el
apóstol
soñaba con
el hombre maniatado,
por qué las
palabras prohibidas
a la altura de las
muñecas
si perplejo
por el espejismo de su propia eternidad
de su ano
descifrando las aguas que se llenan de flores,
por qué si
su estrella dilatada con insultos
hablaba de
los rojos pájaros
dentro los cuerpos,
de los
tejidos como mapas,
por
qué el estallido
blanco
del
silencio sobre las islas
en
mitad de la noche,
y por
qué la noche arrojada en aguas,
por qué la lengua cercenada, por qué los ojos abiertos
los muslos
íncubos yendo a la sombra
por qué la
repetida agua de viajeros,
para
perdernos en el bosque?
¿En las
gastadas y pálidas
gotas de
rocío?
¿ Pero qué
hicieron luego con el hombre inerme
y por qué,
qué hicieron con san Sebastián
el marica
muerto contra el árbol infame,
contra la
lengua del incrédulo,
contra el
cuerpo paralelo a las muertes,
y al sudor
de las vocales
cayendo al silencio?
Ah la
noche, dije
como una
larga lengua de reptil
hasta el
fondo de los ojos estragados por el tiempo,
y por la tierra;
la tierra
que empieza a repoblarse de brotes, de líquenes,
de bellos
en las axilas húmedas, de selvas transitorias,
de madreselvas
olorosas, de langostas,
de un pubis
que se arquea para copiar
el movimiento de la tierra
y relatar
luego
la
expulsión del paraíso
en clave erótica,
la huida
montado sobre
una verga
de nocturnos alcoholes.
Entre jadeo
y jadeo,
entre
palabra y palabra
Entre dolor
y dolor,
entre un
día de sal
y un espejo
de lágrimas dulces,
forrado en
los bordes con piel de cocodrilo
Mi reino
por un buen caballo para cabalgar.
Un caballo
por mi reino hecho pelota,
una tumba
para el sol
para leer los
jeroglíficos
incendiados
en el vientre de bellos rojizos,
para
deslizar la lenta gramática de la caricia,
el nacimiento de criaturas de agua
nadando en
las orillas extrañas.
Así que por
qué, por qué
el fantasma
del apóstol hundió su dedo
en el
costado de San Sebastián
como si un
dedo sobre la lengua
no
alcanzara
para el lento estertor de los
orgasmos,
para la
lengua corriendo como tigre en la altura
corriendo
ideogramas de fiebres telúricas.
¿Pero qué
hicieron el segundo día,
si él, San
Sebastián, marica hermoso
no será el
último cuerpo
arrastrado
en bolas al río,
al
encuentro de la barca dorada?
Al segundo
día, lo llevaron hasta una casa:
los pájaro
rojos le habían picado las carnes,
es decir, los
fragmentos
de lo divino
encarnado
en las mejillas de
putito espléndido;;
las travas
le llevaron, un patio con tinajas e higos;
le llevaron,
le
limpiaron con lenguas de nardo perfumado;
eso sí,
hicieron sonar las membranas
de un
cuerno milenario ante la espuma de los días;
para la
ocasión, la brishantina, las plumas,
los tacones
el barroco
de la carne
porque en
las postreras carnes de la maricona
temblaba,
levísima, la llamarada de las barcas vikingas
esa flámula apagándose
en altamar
© Ariel Ovando
Etiquetas: Ariel Ovando
1 comentarios:
Tremendo, doloroso en su belleza!
Besosss
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