23/8/21

Texto de Marisa Negri

  


Mi primer trabajo fue un benjuí de hilo fino. Lo compró el cura con dos monedas brillantes que le llevé a mi madre.

Así el ñandutí hizo vida conmigo y el dios de los blancos me dio lugar en su iglesia.

Pero Kuñakarai, la sabia, no aprobaba esos encargos así trajeran pan a la mesa.

Borda las manos floridas del dios Ñamandú decía la abuela en mi cabeza.

Por ciento doce días hilé la mantilla de la Virgen, tejer de noche devoraba los ojos.

Oculto en el bordado reinaba Ñamandú, el verdadero.

 

Torcer y retorcer

Con la mano derecha se tuerce, con la izquierda se toma el hilo que nace. La planta es espinosa como la vida, el cuerpo es un telar que se tensa despacio.

El mundo es un ovillo que no puede soltarse todavía.

© Marisa Negri

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2 comentarios:

Blogger Maju ha dicho...

"La planta es espuinosa como la vida, el cuerpo es un telar que se tensa despacio. El mundo es un ovillo que no puede soltarse"
Hermosísimos textos sobre cómo se va bordando la vida, sobre los dioses y sus narraciones.
Me encanta esa narradora-tejedora que tuerce y retuerce el hilo.

30 de agosto de 2021, 17:01  
Blogger graciela perosio ha dicho...

"Oculto en el bordado reinaba Ñamandú, el verdadero." La voz de la abuela persiste más allá del mandato del dios de los blancos, más allá del ovillo todavía. Nadie renuncia a torcer y retorcer porque siempre hay un hilo que nace. Y otro hilo por nacer...(Y otro, otro, otra, otros). Abrazo, Marisa.

18 de septiembre de 2021, 17:38  

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