MATHEU 1131
Qué perdura
de la infancia
si no esa
necesidad de decir,
de mirar en
detalle
lo que por
debajo aletea.
Mi padre en
lo alto de la antena
y el perro
que muerde su cola.
Hoy subo a
mi bicicleta
para volver
a ese día,
al hombre
que arregla las nubes
y a mi
madre que lo mira.
© María Laura Decésare
Volver a ese pasado hecho de instantes perdurables a través de tu poema. Qué bueno subirse a la bicicleta del recuerdo! Gracias! Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarFelizmente, la infancia es el único territorio que nunca se abandona.
ResponderEliminarAbrazo!
Es nuestra historia. La única e irrepetible.
ResponderEliminarHermoso.
ResponderEliminarVerónica M. Capellino Rando
Que buen final el del poema
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