13/1/21

Poema de Patricio Emilio Torne

 


LOS QUE CAMINAN Y EL CARNICERO

 

Se camina como todos los días, sin embargo

hay piedras muy pequeñas que al pisarse,

alteran el ritmo, desacomodan el envión con que se va,

y ya nada es igual.

En un descuido la tarde te devora

sin tener en cuenta tu estado, aún a costa de cuidarte

como esos enfermos que toman conciencia

de sus limitaciones.

El carnicero, por su parte, esgrime su habilidad

con la cuchilla y corta como un maestro de ceremonias

la bola de lomo, el cuadril y otros pedidos

desarmando la media red.

Él es un hombre común y no tiene tiempo

de salir a caminar, llega cansado a su casa,

le duelen las piernas, las articulaciones,

el frío de la cámara surte su efecto,

él prefiere acostarse sin pensar demasiado.

El carnicero es un hombre atento

y a juzgar por la fuerza que demuestra

cuando levanta las reses hasta colgarlas del riel

que hay detrás del mostrador, también está

en un estado excepcional. El sabe de cortes

y cierta calidad en la carne que le sirve

para mantener sobre su persona una simpatía

que las clientas no tienen con cualquiera.

Las clientas sí tienen maridos que caminan

por la tarde. Ellas les eligen la indumentaria

deportiva, y las zapatillas que aún

de buena calidad no pueden evitar los efectos

de una piedra muy pequeña cuando es pisada.

La piedra tiene la virtud de poner a todos

en el lugar de cualquier hijo de vecino,

sabe bien que todos tienen su talón de Aquiles,

un esguince es la señal de los efectos

que puede provocar.

Es probable que el carnicero tenga problemas

severos de salud, que tenga que dejar de trabajar,

y hasta es posible que muera antes

que cualquiera de los maridos de las mujeres

que conforman su clientela. Si caminara

todos los días, quizá evite estos desenlaces

que enojan a esas mujeres que tiene que armarse

de paciencia hasta acostumbrarse a ese muchacho

joven que vendrá a reemplazarlo

sin ser tan efectivo con los cortes solicitados,

dándoles el más magro de los trozos de carne.

Sus maridos no saben de estas cosas,

pero están convencidos que deben caminar

todos los días para evitar terminar como el carnicero

ese del que le hablan sus mujeres,

y en el fondo sienten que hay un riel

invisible donde ellos se trasladan igual que reses

terminando por satisfacer alguna necesidad.

 

© Patricio Emilio Torne

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1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Un poema sobre la necesidad, abrazo, Pato,
Cata Boccardo

16 de enero de 2021, 22:38  

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