19/12/20

Poema de Patricio Emilio Torne

 


TODO SEA POR UNA MINA

 

Tanto insistió en buscar hasta encontrar la mejor mina,

que con el tiempo se hizo un experto hablando con fruición

entre sus pares. Por él, yo que de minas nunca supe nada,

aprendí que dependían de los materiales con los que se fabrican

para ser detectables, en cuyo caso contienen un alto porcentaje

de componentes metálicos, pero las hay también indetectables

y para ello habrán de construirse de plástico o madera.

La avanzada tecnológica, me ha dicho, ha permitido

la producción de minas con mecanismos

de autoneutralización, que al cabo de cierto tiempo

dejan de funcionar, incluso algunas tienen un dispositivo

de autodestrucción mecánico, químico o eléctrico

que, llegado el momento, las hace detonar.

A todas estas se las conoce como minas elegantes,

aunque a él, claro está, le gustan aquellas

que lo ponen en riesgo y hacen que valga la pena

lo aprendido con tanta dedicación donde no hay dudas

de que es el cuerpo lo que está en juego, y en ese acto

puede estar yéndose la vida. Para él, nada habrá

más seductor que sentir la precisión del cuerpo peligroso

y su elocuencia mortal y tentadora.

Todo sea por una mina, nos ha dicho. “Que no haría

por ganarle a una Claymore, cuerpo caro si los hay”,

remarca como quién está hablando de lo más deseado

de una fiesta. “No te olvides que el objetivo principal

de las minas es el de encauzar y retrasar la marcha

del enemigo, pero ofrecen además la ventaja

de producir víctimas. Esta capacidad también

tiene un poderoso efecto desmoralizador en las fuerzas

oponentes que impedirán su acceso a ciertas zonas,

concentrando su acción en áreas donde habremos

de atacarlo con muchas más posibilidades de dominación”,

sostiene como quien es un maestro en táctica y estrategia,

y en mi caso se diluya porque lejos estoy

de sumarme a los teóricos de la guerra.

Pero vaya una advertencia si de juzgarlo se trata,

más que un belicista, lo suyo es el indudable caso

de un vulgar y desenfrenado fetichista.

 

© Patricio Emilio Torne

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