FRAGILIDAD DE LOS VAMPIROS
Algunas veces cazamos vampiros. No son repulsivos ni malvados como cuentan las leyendas y predican las moralejas. Tampoco asumen formas humanas ni muerden el cuello de las mujeres hermosas para darles un placer que humilla a todos los varones mortales. No parecen fuertes y no besan con labios ni atacan con colmillos. Al contrario, son delicados como telas de araña y pequeños como luciérnagas.
Para atraparlos hay que esperar desnudos en la oscuridad y adelantar al vacío una red pálida y furiosa. El blanco de la piel o de los ojos o de los dientes, las reverberaciones lunares de la red, los marean. El olor del cuerpo sin ropas los conduce, la fantasía del cazador los abraza con ardiente silencio. Es fácil entonces asirlos entre las yemas de los dedos para devorarlos o encerrarlos en frascos transparentes. Algunos los esconden entre los vellos del pubis, otros los disuelven en jugo de adormideras para que el significado de sus sueños exceda la miseria de los días que mueren.
Otros
se vuelven vampiros también ellos: criaturas de belleza incomprensible, víctimas
de los nuevos cazadores que aguardan, los cuerpos irradiantes como lámparas.
© María Rosa Lojo
Articulado con destreza irrumpe
ResponderEliminarel ardor en mitad de un silencio
pleno de sugerencias.
Sensual
el ritmo, acompaña el relato con
imágenes de gran fuerza, belleza
y sabiduría.
Gracias. E.Dejistani
Bellísimo! Tengo guardado este poema hace muchísimos años... Recortado de una publicación creo, que de Clarín.
ResponderEliminarVerónica M. Capelino
Bellísimo y sensual este microrrelato perteneciente al libro Bosque de ojos de Ma. Rosa Lojo. ¡Enhorabuena por publicarlo!!!
ResponderEliminarUn texto lleno de misterio y sensualidad.
ResponderEliminarBello.
Me encantó! No tengo otras palabras. Me quedo con estos vampiros tan hermosos.
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