Poema de Marizel Estonllo
Alrededor de la tarde
a Jorge Cabrera
Esta hora
en la que el sol pone su mano en los edificios laterales.
Hora donde
dejamos las armas porque empieza el amor
Esta hora
que es ciertamente dulce porque prevalece en su tibieza.
Soporta lo
que es certero y final.
Todavía
podemos alejar la muerte, distraerla,
Desatenderla.
Desalentarla.
Ella se
demora en los ojos de los locos
donde la
furia y el pánico son los sellos
de las
dos manos que abren la desesperación.
No hubo
dios del miedo, no hubo dios del dolor.
Pero la
locura fue del dolor su última defensa.
Y luego
la apacible tarde de los poemas griegos,
Sus
consecuentes secretos
La única
manera de conocerse en la amplia fantasía del
deseo
en la
grieta movediza del sueño.
En la dulce
caricia de la amistad.
Haber
dejado de apurar los rumbos
Hacerse
agua y deslizarse.
Juntar
caracoles en la costa, para nada, para ningún fin.
Acercarse
hasta la orilla sin haber dejado ninguna tristeza interrumpida,
ningún
dolor apremiado.
Solamente
el cauce limpio, la tierra abonada,
un poema
escrito en una habitación a plena
oscuridad.
Una hoja
iluminada, abierta en la plenitud de lo
otorgado .
Y ese
gesto se aproxima alrededor de la tarde,
Como un
oportuno modo de estar.
© Marizel Estonllo
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