Poema de Guillermo Siles
KINTSUGI
me dice con
la alquimia
de su
portugués suave y pausado
quién sabe
si el dolor
o la
contemplación de la belleza
lleguen a
brillar como el oro
-o algo
semejante-
en el lugar
de antiguas cicatrices
me cuenta
que los japoneses
utilizan
una técnica para reparar
objetos de
cerámica rasgados
enaltecen
la zona dañada
rellenando
las grietas con oro
creen que
cuando algo
ha sufrido
daño y tiene historia
se vuelve
más hermoso
quisiera
dejar de escucharlo
para no
confundirme
y ver como
la tarde
finaliza en
ipanema
el sol
hundiéndose
en el mar
frente a
nosotros
con una
perfección que tal vez
no vuelva a
repetirse
al ritmo
que desciende
detrás de
unos islotes verdes
no habrá
pena
cuando
nuestra mirada abandone
el mar y
acaricie los brazos
de los que
trabajan
con sus
voces y pregones
de color y
música caliente
aquí no hay
tristeza
sino la
humilde alegría
del garoto
que entra
al mar terminada la tarea
y luego fuma un porro
mientras anochece
© Guillermo Siles
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