21/12/19

Poema de María Laura Coppié



¿Cuándo fue que empezamos a soñar cosas posibles?
Rodrigo Illescas 

Almuerzo tardío
frente a un televisor sin sonido
que miro sin ver.
Sin embargo, ya no humea el plato,
el vaso sin tocar.
Hipnotizada por la ola que deglute
al surfer y lo vomita en la orilla
borroneo el contorno.
Algo en la obscena transparencia,
la tabla como un sol húmedo,
rulos empapados,
la sonrisa de salvavidas.
La tabla y el surfer
en una convivencia perfecta:
esa llama imantada a él
provocando un diálogo
que nadie más escucha
pero todos comprendemos,
un guiño de la ola que
me vuelve cómplice necesaria.
La bandeja ya no está en la mesa.
En mi obsesión
no vi la sombra que se la llevó.
No puedo dejar de mirar.
Me siento un voyeur siguiendo
cada movimiento del surfer,
el músculo en tensión
confesando esta impúdica relación.
Entra y emerge lustroso,
fuerte, satisfecho y entra
de nuevo. La ola
lo rescata, lo ahoga, lo rescata,
lo devuelve. Brusca,
lo recupera.
Él lima su borde, la alisa, la domina,
ella nuevamente lo posee, lo esconde,
lo estimula y lo sacude.
El kamasutra completo entre ellos
y yo espiando
casi celosa de esa pertenencia,
ese infinito ser
en el otro o no ser nada.
Él la abraza, se eleva
dueño de su fuego con paso firme.
Los demás testigos dan su puntaje.
Triunfa. La ola
le besa dadivosa los pies.
Palmadas, trofeo, aplausos.

Dos horas y cuarto sin pensar
en quien fue mi domador de mares
y hoy se seca en la sal.
Nuevo record.

También a mí
deberían entregarme una medalla.

© María Laura Coppié

4 comentarios:

Blogger Mónica Angelino ha dicho...

Dos medallas!!

Besosss

21 de diciembre de 2019, 21:51  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Surfeamos también los lectores del poema. Vital. Verónica M Capellino

22 de diciembre de 2019, 9:46  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Excelente! el devenir de tu relato poético nos va llevando en un vaivén ondulante in crescendo y nos hace partícipes de esa relación televisiva (acaso una metáfora que sirve para ocultar vivencias de quien la observa) hasta que el protagonista termina triunfante la odisea. El final literario es muy bueno, sorprendente. Alfredo Lemon desde Córdoba

23 de diciembre de 2019, 16:33  
Anonymous Anónimo ha dicho...


A mi siempre me hipnotizó ese remolino de agua salada que circunda a los surfistas. Bien logrado.

besos

Andrea

30 de diciembre de 2019, 18:43  

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