La casa de
tela
Quienes se
quejan de levantarse temprano
deberían
probar el silencio:
nunca se
sabe si hay un insomne
enfrente de
una palabra vacua.
Una mujer y
un hombre miran durante años
la
bovedilla del cielo raso; comienza negro
y a medida
que la noche desfallece
se integra
a su color verdadero
como en una
secuencia impresionista.
Ella siente
su cuerpo tan pesado,
tan al
borde del colapso, que no puede
traducir la
inexistencia de la luz.
Sueña con
dormir mientras trasiega
el mundo,
el ojo clavado en el doblez
de un techo
que se ha ido poniendo
bajo y
grácil, tan cruel como un pañuelo.
© Alicia Salinas
No hay comentarios:
Publicar un comentario