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20/11/19

Texto de Leonardo Vinci



Si alguna vez intentaste tocar su rostro, y no cualquier rostro ni de cualquier manera sino el rostro amado, debe ser bajo la lluvia o en la penumbra callada de una almohada. Y si ella por ejemplo toca un instrumento, te hará hoyos de música en cada lugar donde apoye sus dedos; y si vos supiste de bocetos y arcillas en ideas locas de búsqueda, vas a encontrar a cada palmo la magia del volumen de su cuerpo húmedo. Pero si realmente querés tocar su rostro; y quiero decir de verdad tocarlo, tiene que ser muy cerca y con los ojos. Tiene que haber nada de distancia y observar cómo sus pestañas se dibujan sobre los pómulos. Tienen que lamerse los ojos como perros enamorados, hasta acabarse en círculos perfectos o puertas infinitas. Debe haber chocolate en los bordes de su boca como luz en la cresta de una ola. Y vas estar tocando su rostro sin sentir las manos, te vas a perder.
  Y si una tormenta, rayo o vileza te mata después, será de pie. Y no será bajo la esclavitud de la soledad. Porque aún con los hombros escarlata y el cuerpo sucio y golpeado, y en las antípodas de cualquier épica pretendida, en el puño tendrás apretado  un pañuelo cargado de amor.

© Leonardo Vinci

3 comentarios:

  1. Bellísimo poema. Saludos Isabel Llorca Bosco

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  2. En la sombra me pusiste.
    En la sombra voy muriendo.
    En la sombra voy sintiendo...
    lo mucho que me ofreciste.

    Emilio.

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