Poema de María Laura Coppié
Jouska*
11 PM
En el
nosecuánto del sábado,
a las casi
violetas de la noche
lo recibe
al trasluz del licor,
con una
fiera expresión de alegría
y le ofrece
la escalera arenosa y su vereda
con un
prudente ficus medio seco
y el farol
que no se sabe quién deja prendido.
Intrépidas
ideas recurrentes
que la
dejan temblando hasta la entretela.
Alguien
devora las migas
que el
elefante de trompa floja olvida.
3 AM
La distante
desconfiada se acurruca
en el hueco
de su costado
y mirando
parpadear al aire acondicionado
por fin se
duerme,
arañando
por segunda vez la eternidad.
Súbito pero
en cámara lenta,
como una
avalancha llega el sentimiento.
Será el
momento de huir.
6 AM
Entreabre
los ojos,
una hendija
clava su brillo en el cuaderno
que aún
sostiene en la mano izquierda.
En
duermevela anota:
hasta la
piedra más insignificante
provoca
ondas en el agua.
El sol
cincelando planos y desniveles
de sus
primeros movimientos.
Cada día es
un rosario
de pequeños
detalles que no suceden.
Golpea la
puerta del placard.
En las
cajas de zapatos, otras suelas
y tesoros
de nísperos como para hacer dulce.
El ojo ateo
dice que hay un Dios
pero está
demasiado atareado.
Habrá que
tramitar los propios milagros,
dice,
evitando el despilfarro.
Adaptarse.
Camaleonarse, quizás,
a la
nacarada memoria de reptil.
9 AM
Autorreferencial,
sí.
Pero no fui
yo la que sentenció
aquello del
pecado y la piedra.
*(palabra
de origen desconocido que se refiere a las conversaciones que sólo suceden en
nuestras mentes)
© María Laura Coppié
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