Leo las cicatrices de la historia,
la sangre ennegrecida por el tiempo.
Cierro los ojos de muchos muertos
que nadie conoce.
Cabo tumbas
para no dejar que el tiempo
los deshonre,
ni huelan, como no deba oler un hombre.
Tallo el nombre de los homicidas
en los árboles muertos
para que no mueran sus nombres.
Ya no hay sobrevivientes.
Más,
tampoco carroña sobrevolando.
© Mónica Aramendi
Hola Monica excelente tu poema
ResponderEliminarfelicitaciones
Gladys Cepeda