MADRE
Tus noches tienen el calor,
de esa fiebre que apagas,
a fuerza de paños fríos.
La mañana sabe a pan,
que amasas con amor,
para el disfrute de tus retoños.
El mediodía huele a comida,
recién hecha para cuando llegamos,
famélicos de colegio.
La tarde trae el perfume de las flores,
que en tu jardín siembras,
para que nuestra casa sea hogar.
Tus técnicas inventadas desde el amor,
para que mi dislexia no me impidiera,
descubrir el mundo de las letras y las
palabras.
Tu incansable correr tras diagnósticos,
que a ti como mamá no te cerraban,
hasta conseguir el adecuado.
Tus clases de cocina, para los tres,
hacer tortas fritas con caritas únicas,
porque cada una llevaba nuestro sello
personal.
Las primaveras llevan tus agujas cosiendo,
nuestros vestidos, a fuerza de puntillas y
lazos,
para que luciéramos bellas y siempre
únicas.
Los inviernos de bizcochuelos y lanas que,
a carrera,
se encontraban en tus dos agujas para dale
forma,
al próximo sweater que estrenaríamos.
Y mi adultez, me encuentra, sabiendo que no
eres,
ni la más buena, ni la mejor del mundo,
pero que sí TE AMO, porque eres mía… mi
mamá.
© Mercedes Raquel Enrique
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