Escucho a Troilo con Fiorentino
y me voy lejos,
al barrio,
al olor de barrio,
bosta de caballo,
tilos florecidos,
adoquines que pulían los presos de Ushuaia,
lluvia que mi abuela conjuraba
con una cruz en el piso y rezando,
Santa Bárbara bendita que en el cielo estás
escrita,
trenes quietos con chimeneas humeantes al
costado del zoológico,
que cocinaban maníes que
después venían en cucuruchos de papel de
diario,
pirulines, molinitos,
mateos que esperaban pacientemente,
y me pregunto por qué todo esto
si en casa no se escuchaba ni a Troilo ni a
Fiorentino.
Quizás es una trampa de la memoria
para obligarme a la nostalgia,
a recordar,
a refugiarme en un lugar seguro
en este tiempo de cuchillos atravesados.
Sí. Seguramente es eso.
© Alicia Márquez
excelente. Bellísimo. Abrazos.
ResponderEliminarSeguramente! Alicia.
ResponderEliminarBesosss
Naaa... increible, me olió a mani tostado!! Gracias Querida Alicia, un abrazote.
ResponderEliminarAndrea
Hola, Alicia: nostalgia total que nos transmitís desde el alma, esos cucuruchos de papel de diario, esos tiempos de adoquín y tango,todo lo que veíamos los chicos (en mi caso de provincia, y después de un viaje) cuando íbamos al zoológico. Ese rezo de tu abuela le da un toque costumbrista hermoso. Lo disfruté muchísimo
ResponderEliminarIrene Marks