GLENN
Glenn,
importado alguna vez
de Surinami
atraviesa
la puerta y sale a la intemperie
acaso feliz
de la vereda.
Va
empujando la silla
vacía de
pasajero,
sin
discapacidad alguna transportada.
Cuando
sonríe
parece que
lo hiciera
con toda la
dimensión de su negrura,
con su
calva coronada
por los
grises encanecidos de su alma.
Luego, al
sol cansino
de una
mañana tibia
se acomoda
en el hueco vacío de esa silla
que sólo
estaba destinada a su nostalgia.
Saluda
mostrando como propio
un rubio
idioma holandés,
y entonces
me pregunto
quién fue
su ancestro,
de qué
playa llegó,
cuál fue su
tiempo…
Y en un
tonto mezclar de la memoria
se me hace
imaginarlo
en la
clásica foto de migrante,
con su
valija de cartón
y toda su
esperanza
empuñada al
costado de su miedo.
Pero es
inútil. Fatiga mis oídos
un ruido de
cadenas que me dice
que cuando
Glenn recuesta
su tierna
oscuridad sobre las sábanas,
aún pasados
los siglos todavía
la vieja
esclavitud duerme en su almohada.
© Teresa Gómez
Tremendo poema!!! Me encantó! Felicitaciones !!
ResponderEliminarBravo!!
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