Sueños fantásticos de una noche de quimeras
derretidas
Frente al paredón
borraba su delirio
un porvenir de balas.
La luna transmutaba
su presencia
pebeta brava
proyectándose
en los vidrios sin marco
del camión alfombrado
adonde irían a acostarnos
luego de fusilarnos.
Sésamo ábrete:
la patrulla descubrió
a dos mujeres
con bebés
en sus brazos.
El coronel verdugo
se mimetizó en la nieve
y les brindó
chocolate caliente
en el vientre vacío
del último suspiro
de la triste aventura
de esa noche tan larga.
Y sonó la metralla.
No hubo pánico
ni volaron los pájaros:
la historia
ya no desensillaba.
Y en la noche
nunca aúllan
los lobos
cuando atacan
y matan.
© Marta Zabaleta
Dolorosísimo poema, querida Marta, cuyo tono cotidiano hace aún más terrible lo expresado.
ResponderEliminarEl final es terrible porque muestra la impunidad y el silencio donde se ocultan los asesinos.
Para releer. Con cariño
Irene Marks
muchas gracias, Irene, por tus sabiis y generosas palabras. Abrazos, Marta
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