Llegan los caballos
un galope de siglos atraviesa mis huesos
me enseñaste a amarlos a leer en sus ojos
ellos besaban con sus lenguas de felpa tus
manos de afrecho
cuando acercabas el morral pleno de
estrellas
te oí decir alguna vez ... si pudieran hablar…
Padre
la cocina de leña nos arropaba
yo me adormecía en tus brazos
y vos refugiabas en tragos de ginebra tu
llanto de silencio
porque ahora que la ciudad me ha mostrado
sus fauces entiendo
nunca tuvimos caballos trigo
ni horizonte
sin embargo Padre
lo tuvimos todo.
© Ernestina Elorriaga
Bello y evocador. Bravo.
ResponderEliminarme encanta leerte, Tina!
ResponderEliminarun abrazo
claudia