Los
cosos estos
Que disfrazados de oficina o doctorcitos
Maestros o profes o laburantes de textil
Se amontonan como conjurados
Vienen tempranito tras sus muchos bondis
O arrejuntados en chatitas
Tras una mesa del café como a fortuna
Despliegan papelitos con palabras
-y les brillan los ojos como nunca-
Con ellos justifican la vida en que
perdieron
Y se vuelven a la cerrazón de su nada sin
oficios
Carpinteros de niebla, metalúrgicos de
sueños
Y se pierden en su vida de grises.
-sus ojos que una vez brillaron.
© Carlos Alberto
Roldán
Duele el poema, duele la realidad.
ResponderEliminarHola Carlos Alberto:
ResponderEliminarUn gran poema que muestra cómo el poeta sensible revive ante la palabra que lo rescata de la obligación gris. Excelente Irene Marks
Hice este poema pensando en el amigo que nos dejò hace un año, casi dos: Tallarico. Venía a las disparadas del consultorio para leer, como si fuera un overol y él un obrero de esta cosa que nos ata a su extraño- esquivo milagrito. Gracias por tu lectura, Irene Marks.
EliminarLa historia es la de siempre.
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