En la Plaza Mayor, una adolescente
vende
cigarrillos
de a uno. Se rehusa a darnos más,
debe
guardarlos para sus clientes.
Le
compramos bollos azucarados, un collar de caracoles
y un
angelote de papel maché.
El cielo es
porcelana antigua sobre el mundo
(cuando se
fragmente crecerá su belleza).
También es
antigua nuestra dicha:
frágil y
antigua.
El verano
se ahueca como las alas de un pájaro
concentrado
en su historia.
No me iré,
me asegura el verano, has dejado atrás
la mujer
que esperaba el otoño para volver a empezar,
dentro de
un ritual infantil y venenoso, como el juego de
la mancha:
hundirse en un encierro,
en un
perfume tenaz, en un territorio de huérfanos.
© Paulina Vinderman
Poesía pura.
ResponderEliminarel encierro, un territorio de húerfano, qué imagen, terrible, contundente
ResponderEliminarMuy bueno, como toda tu poesía!!
ResponderEliminarBesosss
Bello. Cargado de sugerencias:el instante, los personajes, la plaza, y siempre un estado de alma.
ResponderEliminarInmensa poesía.
Verónica Capellino