Una vez por semana aparecía mi padre
y me llevaba a algún restaurante. Comíamos
bajo el régimen de la visita carcelaria,
como si hablásemos por micrófonos.
La voz salía entrecortada,
con interferencias.
Ninguno de los dos sabíamos
cómo usar esos aparatos,
y preferíamos el silencio.
© Patricio Foglia
bravo,,, alicia pastore
ResponderEliminarPadre e hijo homologados ante la imposibilidad. Ambos igualmente huérfanos. Contundente, Patricio. Un abrazo.
ResponderEliminarRaquel Jaduszliwer