Ruginin
Mi tío Vittorio fue al frente de batalla a los doce años.
A los pocos meses, desesperado, se ató a las vías del tren.
Y el tren no pasó porque en la noche lo detuvo el enemigo.
Le dieron una breve licencia pero al terminarla
se negaba a volver a la guerra.
Entonces, su madre le promete que lo sacará del frente
de algún modo, con tal que no deserte.
A través del Obispo de su pueblo, hijo bastardo de la Reina,
cumplirá con su hijo. Ma, Ruginin, que ése era el apodo de
mi bisabuela,
prenderá il treno che vi porterá direttamente a Genoa.
Lei no potrá vederlo.
Esperó sola y desde la colina en las afueras de Chiávari
-ella, tan bajita que apenas sobrepasaba la cintura del
marido-
vio pasar el tren que se llevaba al menor de sus hijos.
De Génova partiría a Argentina donde ya vivía su hermano –mi
abuelo-.
Ya nunca, madre e hijo volverían a encontrarse.
Años después de haber llegado a América,
Vittorio pintó un cuadro donde un chico, fusil al hombro,
desde el vano de una puerta, se vuelve a saludar, mano en
alto.
“L’addio alla mamma” se llamaba la pintura.
Ignoro qué se habrá hecho de esa tela. Dónde estará.
Ignoro tantas cosas de nosotros, nonna Ruginin.
Aquí, en Rapallo, miro este monumento
dedicado “A tuttii caduti di tutte le guerre”.
Y me pregunto, bisabuela, si cuando yo parta
de regreso a mi patria,
también desde alguna altura, harás una plegaria
a la Madonna del Orto, una preghiera, adesso
per una vita nuova, una vita per me
oltre tutte le guerre.
© Graciela Perosio
buenísimo gra!!
ResponderEliminarclelia
Muy bueno y lleno de saudades...
ResponderEliminarPalabra fuerte, el vendaval de la Historia atravesando la historia personal no ha podido llevárselo todo. Fuerza de la palabra hecha de memoria Gracias!!
ResponderEliminarRaquel Jaduszliwer