Hablan los árboles
de lejanas ventiscas.
De cielos vagabundos
obstinados en sucederse
en el humo de los días.
De delirantes clepsidras
que inventaban luciérnagas,
crisoles, duraznos de menta
y un absurdo ditirambo
para después de la llovizna.
Hablan de violetas mercancías.
De indómitas muchachas.
De las historias que los viejos
susurran en el parque.
Del oro que derrochan los inviernos
y de un paisaje denostado,
llovido de pájaros enfermos
y de cíngulos desceñidos
para ciertas despedidas.
- Y parecen las calles
una consecuencia hostil.
Una efervescencia
tácita o fehaciente;
diluyendo sus pértigas de vidrio
en la salada espiral de los ecos.-
Y otra vez
oigo a los árboles hablar del sol:
que trasnocha,
que bebe demasiado,
que se consume
sin remedio en su infortunio,
que pregona su desdicha
en prostíbulos y tabernas.
Y que el mar (amante infiel)
es cómplice inevitable
de su absoluto desamor.
Se compadecen
los árboles del sol:
de su abandono,
de su alcoholismo
y de su derrumbe solitario.
© Jorge Moreno De Los Santos
Me encantó este poema, hablar con altura y nobleza de árbol, recorrer en fantasías, juegos y realidad la magnificiencia de la naturaleza y ofrecer un poema que me lo copio para volver a leer.
ResponderEliminarUn abrazo
Betty
Sutil inventario del hombre-árbol, desde la altura de la exacta palabra que todo lo envuelve y ennoblece; Gracias por compartir tus letras Poeta. Abrazo. Vic
ResponderEliminar
ResponderEliminarimaginista, curioso y bien logrado este poema logra crear una imagen fantástica del sol, a partir de mirar los árboles y humanizarlo.
W.M.