LUDWIG II
Pálido como un cisne muerto
yaces ahora bajo lo profundo
de la piedra seca.
Alma despiadadamente sola,
alma rota,
lejano amor que sólo la música consuela,
alma donde los huesos lloran
un abismo sin cuerpo
lento hacia la noche.
Hacia la noche vas
solitario vuelo de la pena,
exhausto cuerpo sin amor,
tu corazón es un espejo negro
desgarro oscuro que Dios ha escuchado
tantas veces.
Veo la misma montaña que tanto amabas,
cansada roca, bella y lejana,
horizonte caído.
Mudo y silencioso,
Ludwig.
© Amalia Mercedes Abaria
Imagen enviada por la autora del poema
Hermosísimo poema, Amalia. Me gustó mucho lo de !horizonte caído". Un beso Isabel Llorca Bosco
ResponderEliminarmuy buena tu celebración. placer leer este poema. susana zazzetti.
ResponderEliminarLeía este poema y recordaba el sonido de Claro de Luna que alguien amado de mi familia tocaba en el piano. La 5º y 6º sinfonía Pastoral y me lo imaginaba a Ludwig ejecutando y escuchando sólo con el alma, con el cuerpo la vibración de su propia obra. Así es que comparto que era una "alma solitaria, un alma rota"... seguramente, ese desgarro oscuro Dios y los ángeles lo siguen escuchando. Mi cariño a la poeta. Isabel Krisch
ResponderEliminarExcelente poema! Un abrazo, Inés.
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