Rosa Lía Cuello comparte OLGA OROZCO
En el revés del cielo
Somos duros fragmentos arrancados del reverso del cielo,
trozos como cascotes insolubles
vueltos hacia este muro donde se inscribe el vuelo de la
realidad,
la mordedura blanca del destierro hasta el escalofrío.
Suspendidos en medio del derrumbe por obra del error,
enfrentamos de pie las inclemencias, la miserable condición
del rehén,
expuestos del costado que se desgasta al roce de la arena y
al golpe del azar,
bajo el precario sol que quizás hoy se apague, que no salga
mañana.
No tenemos ni marca de predestinación ni vestigios de las
primeras luces:
ni siquiera sabemos qué soplo nos expulsa y nos aspira.
Apenas si el sabor de la sed, si la manera de traspasar la
niebla,
si esta vertiginosa sustancia en busca de salida,
hablan de alguna parte donde las mutiladas visiones se
completan,
donde se cumple Dios.
Ah descubrir la imagen oculta e impensable del reflejo,
la palabra secreta, el bien perdido,
la otra mitad que siempre fue una nube inalcanzable desde la
soledad
y es toda la belleza que nos ciñe en su trama y nos rehace,
una mirada eterna como un lago para sumergir el amor en su
versión insomne,
en su asombro dorado.
Pero no hay quien divise el centelleo de una sola fisura
para poder pasar.
Nunca con esta vida que no alcanza para ir y volver,
que reduce las horas y oscila contra el viento,
que se retrae y vibra como llama aterida cuando asoma la
muerte
Nunca con este cuerpo donde siempre tropieza el universo.
El quedará incrustado en este muro.
El será más opaco que un pedrusco roído por la lluvia hasta
el juicio final.
¿Y servirá este cuerpo más allá para sobrevivir,
el inepto monarca, el destronado, el frágil desertor
obligatorio,
rescatado otra vez desde su nadie, desde las entrañas de un
escorial de brumas?
¿O será simplemente como escombro que se arroja y se olvida?
No, este cuerpo no puede ser tan sólo para entrar y salir.
Yo reclamo los ojos que guardaron el Etna bajo las ascuas de
otros ojos;
pido por esta piel con la que caigo al fondo de cada
precipicio;
abogo por las manos que buscaron, por los pies que
perdieron;
apelo hasta por el luto de mi sangre y el hielo de mis
huesos.
Aunque no haya descanso, ni permanencia, ni sabiduría.
defiendo mi lugar: esta humilde morada donde el alma
insondable se repliega,
donde inmola sus sombras
y se va.
OLGA OROZCO
6 comentarios:
Unico, como todo lo suyo.
Olga Orozco, muy buena elección Rosy, un poemazo.
Saludos
Anahí
Bellisimo poema, gracias x compartirlo!
Alicia Corrado Mélin.
Gracias por La Maga y su poema,
Saludos,
Silvia Loustau
Todo el misterio de Olga, su magia, su esoterismo, todo reunido aqui. Me encanta. Sonia Del Papa Ferraro
Buenísimo Ro....qué bello final este poema!
Beso
Alicia Borgogno
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