Que el poema sea, como en el sutra, revelación de lo
evidente:
"no hay luna en el agua; la luna que se ve reflejada
es creada por el agua".
Como los budistas contemplan los mundos: llama vacilante,
sombra, eco, espantapájaros.
Como el espejo reluciente del zen,
que en ningún lugar resplandece.
Como el puente del koan, que fluye donde el agua no fluye.
Como el canto de las ranas y la luz de la luciérnaga.
Como la lluvia, como las primeras marcas
de las gotas en la tierra seca.
Como la hiedra falsamente infinita que desemboca en el
castillo del ogro. Como la ogresa medieval que amamanta
al lobo. Como el lobo feroz que lleva su corazón de tela
cosido al pecho.
Como el regalo en la tradición japonesa -la caja que puede
contenerlo todo, es decir nada- "suspendido entre dos
desapariciones" (la de quien lee, la de quien escribe).
TERESA ARIJÓN
Gracias Irma por tan bello regalo.
ResponderEliminarClelia Bercovich
Una joya.
ResponderEliminarExcelente elección. Gracias por compartirlo
Maria Cristina Fervier
maravilloso, visionario. Gracias por este poema,Irma,
ResponderEliminarMarta Ortiz