David Sorbille comparte JAVIER ADÚRIZ
"Moon river"
Más de una milla de ancho, dice la tonada.
Creí que era el Mississippi, pero no,
es un recodo del río Savannah, con homenaje
al notable Mark Twain, entre otras cosas.
Un lugar visto siempre, visto y revisto
con los ojos del amor, que para mí
significan mi ciudad, mi país duro,
mi familia y amigos. Como el río dulce
de La Plata que no vemos porque lo llevamos
dentro, en la respiración y en los ojos,
como
si fuera el río de la carne y lo que nos es
dado
conocer. Vaya si es ancha esta corriente
para contemplarla si no con reverencia.
Río, que alguna vez cruzaremos con estilo.
Siempre estuve braceando y te aseguro
que no por poseerlo, sino darlo,
compartirlo
a los otros, que en mi caso fue el poema.
Cómo no hacerlo si sentí ese empuje furioso
que me dieron tantos, cada uno a su modo.
Marechal y "El domador de
caballos", el increíble
"Zona" de Apollinaire, nuestro
primer hermano.
Creo que escribir es eso: llegar a la otra
orilla,
a todos esos que uno no es, como dice
quizás
el proverbio: la belleza está en los ojos
del contemplador, una sentencia que rueda
desde antiguo, y que en mis ojos son los de
un lector
agradecido a tantos maestros que le dieron.
Río hacedor de sueños y rompe corazones,
allí donde vas te sigo y trato de entender
cada onda
que me acerca y separa de la orilla
o quizá no, del infinito misterio que nos
rodea
con apretura y congoja, sin ver el otro
día,
o nos sumerge sencillo en el gozo de
nuestros
hijos con quienes vamos braceando y
descubriendo
su forma en los vaivenes de la corriente.
Valió vivir
también me digo, aparte de conocer tantos
libros,
para leer estos libros vivos de páginas
crecientes
y ahora tan mágicos, que traen nietos con
figuras
y cuentos para niños, como un futuro
encarnado
de que el río siempre estará aquí para
quien quiera.
Hice mi sueño con brusca incertidumbre.
Hice el abrir
los ojos de mañana, para ver a otros que me
hicieron
a un tiempo. A mi mujer, que honró siempre
el vivir
con una acalambrante inteligencia, sin
conceder
a lo dañino. Puede parecer blandengue, lo
que digo
pero lo curioso: no lo es. Tomados de una
mano
invisible, ambos seguimos en el río de
nuestro afán,
roto el corazón tantas veces de belleza o
pena sin fin.
Pero aquí mi punto, ella con una sonrisa
viva en la boca,
sin ceder, en la resolución nomás de haber
apostado su vida
por una sola ficha, cosa que yo no puedo
afirmar
sin sentir cierto rubor. Honor entonces al
río que permite.
Sí, hay tanto mundo para ver, mi bella
errante compañera,
es infinita su riqueza abandonada.
Recuerdo, por decir,
los caminos de España, tu compañía en el
coche, con
los chicos atrás, corriendo el sueño de
nosotros mismos:
la contemplación de las cosas, la
naturaleza de las cosas,
el paisaje en secano, las curvas del
camino, las lluvias
de Bilbao y tu Asturias querida. Eso al
inicio, pájaros
jóvenes de toda juventud. Y luego aquí, al
volver
a una lengua más afín, donde se pinta de
otra luz el mundo.
Y más tarde, la tarde que presagia la
cercanía de la noche
nadando sin parar, vagabundo de nuestra
deriva mental
cada vez más honda y bonita, como tus
arrugas y tal vez
las mías. Vimos el mundo y el mundo es de
nosotros.
Y hay tanto para ver que no terminaría
nunca de contarlo.
Los dos buscamos el final del arcoiris (qué
maravilla como
metáfora de muerte) de que lo dado es por
un día, efímero,
pero por fin plenario, porque lo bueno del
río es que no tiene
cauce ni lecho y semeja, a cada momento,
que volamos desasidos
de la propia materia, cantando la canción
que esto contiene,
melodía del aire. No creo ya en la
eternidad, y si la hubiera,
mejor, no importa. Cada mojadura del agua
es un cielo de tierra.
El fulgor del instante que nace y que se
va, que escurre sin medida
desde el fondo del iris. Este es el
arcoiris a cruzar, la mera vida.
Si algo espera detrás de la curva, yo te
espero o esperame. Es
de una belleza desaforada cuando andamos
del brazo por ahí,
cantando la oración de los mansos, los que
no exigen nada.
Y es más, son nada. Polvo de estrellas que
regresan
para volverse solamente nubes: amiga,
compañera del alma.
JAVIER ADÚRIZ
7 comentarios:
David Sorbille dijo...
Muchas gracias, querido Gustavo, por publicar este bello e inmenso poema de un gran poeta como Javier Adúriz. Un abrazo
Un gran poema del poeta Adúriz.
Gracias por compartirlo
Abrazo
Elisabet
Gracias DAVID por compartir a Adúriz, un abrazo, Dolores Pombo
Qué grande, grande!
!Gracias!
Sin palabras
Excelente poeta Javier Adúriz, caro Davide,
no podía estar ausente. Gracias.
cariños
Elisa Dejistani
David Sorbille dijo...
Muchas gracias por los comentarios dedicados a un poeta insoslayable como Javier Adúriz. Un abrazo.
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