Las
ventanas altas
en las
tardes húmedas de otoño,
la pequeña
habitación donde escribía,
donde se
arrinconaban mis párpados
No volveré,
lo sé,
a tus
paredes rosadas
que
secuestraban la eterna biblioteca,
ni a tus
persianas desorientadas por el viento,
ni al sol
excesivo de tus patios.
Y el
resplandor del crepúsculo
que
amordazaba el piano
y el baile
verde de las plantas.
No volveré,
lo sé,
a tus
grandes puertas blancas.
Te acaricio
de lejos,
cuando las
metálicas agujas de la lluvia
recortan
los cristales,
cuando tu
silueta de piedra
hiere el
aire
y perfora
el cielo.
© Beatriz
Arias
Excelente poema de un lugar acogedor, el lugar del yo poètico, lo que constituye la vida en rose deñ `poeta. Por esa casa rosa, que es la felicidad del escritor a la que no amedrentan (hermosísima imagen)las agujas de la lluvia que marcan las horas. Un beso Isabel Llorca Bosco
ResponderEliminarPoema nostalgico y liviano. Bella blancura y alas blancas.
ResponderEliminarjorge pablo moreno.
Excelente.
ResponderEliminarNo se olvida de ningún detalle el poeta.Gran descripción que acaricia de memoria.
ResponderEliminarbesos
Hermoso Poema Beatriz!!!
ResponderEliminarBesos.
Tere Vaccaro.
Bellísimo este poema, pleno de nostalgia. Un abrazo. Amalia M. Abaria
ResponderEliminarabrazos, beatriz
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