21/1/14

Poema de Miguel Oyarzábal



A cada una de las lámparas

Debo el poema a las lámparas
tal vez para otro libro
o para nunca.
Sí, es cierto que me fueron fieles desde el primer lápiz,
desde la pluma cucharita y el tintero involcable,
que las descubrí en la adolescencia,
que las hice mías cuando todavía era muy joven,
que las traje al sur
para velar saudades de mapa arriba:
Pero aún ignoro de dónde vienen,
cómo funcionan, por qué.
Creo que se parecen al sol de las cinco de la tarde
como el que se quedaba apoyado en el tapial de mi infancia,
o al de las nueve de la mañana pintándome el desayuno.
Siempre caen inclinadas en la parte más cálida de la mesa
dejando ver claramente los trazos, las palabras, las torpezas.
Son las muletas justas
Para que el ojo rengo deambule por la hoja sin caerse
y cuando la mirada se pone en blanco ignorando el papel,
se convierten en el escenario donde los dioses bailan
y sentencian a la mano a escribir cien veces me duele.
Creo que también alumbran como las lunas de la medianoche,
cantando sin alzar la voz
para que sea yo el que baila con los recuerdos,
el que arme sus nombres con el humo del cigarrillo,
el que le ponga el costado a las historias que no fueron,
el que sangre seriamente en el final de cada verso,
el que distinga entre el poema y la niebla.
Así es que las busco cuando prescribe el día
y las empuño como un timón,
como la brújula que me guía.
Hasta que por la ventana vuelva a aparecer el horizonte.

© Miguel Oyarzábal

5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...


¡Bellísimo y duro poema,Miguel! Como siempre, un enorme placer leerte.

Abrazo,

Alicia Márquez

21 de enero de 2014, 22:03  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Miguel:
qué gusto es leerte, pese a que duela el poema. Un abrazo

Lily Chavez

22 de enero de 2014, 10:17  
Anonymous MILAGROS RODRÍGUEZ ha dicho...

Miguel, me acabo de levantar de la cama y son tus lámparas las que iluminan mi día, sobre todo me refiero a las lámparas que tenés adentro. Me gustó ese llevar los recuerdos con una luz templada y el poema si bien se duele no deja de ser como una caricia del sol de las cinco de la tarde...

23 de enero de 2014, 9:24  
Blogger Isabel ha dicho...

Hermoso poema a la fidelidad de las lámparas, comparadas con el sol de determinadas horas, en el norte o en el sur, con sutiles memorias de infancia. Todo es delicadísimo. Las lámparas, compañeras del poeta a la hora de escribir. Sin duda, lo iluminan muy bien. Miguel, un abrazo
Isabel Llorca Bosco

30 de enero de 2014, 23:18  
Blogger Adriana ha dicho...

Estimado poeta: fue un placer leer tu texto, tan nostálgico, tan candoroso y leal. Tiene imágenes muy luminosas. Un abrazo. Adriana Maggio

3 de febrero de 2014, 11:52  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio