Seguidme no soy yo es él
que ha puesto
los versos en esta boca
como
alabanza de una insurrecta.
Sólo vino hacia mí para engullir las llagas
que provoca flotar a diez milímetros del infierno.
Ahora sanaré esta obsesión de vivir
con las manos atadas a una cruz.
Me pregunto quién desenredará tu cuerpo.
Basta mirar al cielo para encontrarme:
no ardo con los pies clavados en esta tierra
sino en tus ojos —en los que hay llamas—.
© Silvana Merlo
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