Poema de Isabel Llorca Bosco

VISÓN

“donde atado a tu cinta celeste
va el gran río color de león”.
Leopoldo Lugones

Boas, estolas, capas, manguitos
se me enroscan en la garganta y en los brazos.
En las manos. Y me ahogan.
Fríos como la noche que no termina de caer y de mojarse.
También las piernas están enlazadas por el visón finísimo, tornasolado.
Me asfixia estar obligatoriamente inmóvil.
De muy chica descubrí ventilándose
una estola de zorro con los dos ojos bien abiertos.
No eran los verdaderos, pero me miraban y corrí.
El cielo se ha roto en goteras. Sus ojos
castaño grisáceo dominan el río,
la tierra, el aire
y al que ha llegado al sumo nivel de la desdicha.
Me asfixio en el río de Lugones, aunque en la oscuridad no distinga el “color de león”,
ni su amplitud total, ni su musculatura, sólo el perfil.
En la orilla invisible, la familia que amé antes de verla cartas, poemas de uno y otro lado. Cercanía distante. Oh, visones que dan escalofríos.
Oh, visiones de una cama cálida. Muy lejos.
Ay, amor, si yo pudiera todavía.
Tal vez al amanecer se acabe la opresión de terciopelo,
tal vez las aguas se suelten y todo se aclare.
Por ahora, el brillo del caos.
Ay, qué ridícula muerte de poeta en el río que sangra barro,
“Ay amor, si vos pudieras”• venir, todo sería destellos.
Éstos no son blancos armiños que se dejan matar por no ensuciarse.
Si yo pudiera, volvería. Pero pronto seremos una sola piel
y los mandatos se habrán callado

Han pasado nueve minutos. A los diez seré toda visón.
Entre estas boas que no abrigan,
con mi ciudad de espaldas,
hallaré en las corrientes del Plata
uno de mis destinos.
A veces,
pensaba así a los veinte años.


© Isabel Llorca Bosco
Imagen enviada por la autora del poema