Carolina Zamudio comparte a Korondi/Ciancio/Oquendo Troncoso
Escribo porque el cuerpo urge
en la distancia sonora
Acerca su espíritu hacia esa cuna
y le enseña del viento su verde flama
la brisa más queda
el rolar más lento
Escribo porque el cuerpo dicta
con su voz de cuerda y atrapa
sin prisión lo que huele en la piel
Atrapa esta ilusión de aire y de colmena para hacer
el soplo y la abeja
Sale entonces lo dulce que se cuece en el tiempo
Y aún si la carne quiere padecer, padeciendo,
la miel es sabia en su cauce
Derrama suavemente
sobre la flor que se ofrenda
© Teresa Korondi
Francesca
“la bocca mi bacció tutto tremante”
Divina Commedia:
Inferno, V, 136
Cómo puede Francesca hablarle del amor
en medio de este pavor
de esta escena de vientos
almas arrastradas
dolor y llanto
entre estos lamentos punzantes
y el aire lacerado
ceñido y negro
carcomido de púrpura y llamas
entre esta tromba que arrastra todo a su paso
Cómo puede Francesca recrear la escena
de los amantes lectores en aquel
jardín de la Toscana
y conjurar el plañir de Paolo
su insoportable queja
sin lenguaje
y con pasión
en el oscuro castigo
al que fue lanzado
Cómo esa mujer / sombra
logra explicar con bella dicción
las formas más universales del amor
que al corazón gentil repara siempre
Cómo Francesca
puedes recordar un beso profundo y tembloroso
que guarda todos lo besos de la insomne humanidad
No te separes de él, Bella,
no abandones la fuente de tu placer
que ahora
tras bambalinas
llora
Hay
que
caer
pesadamente
como
un
cuerpo
muerto
cae
Tras la pesadilla
hay que abrir bien los ojos
y mirar la Luz
y agradecerla
© Gerardo Ciancio
LIMOSNA Y POESÍA
Cómo lo hicieron, porque yo no he podido cruzar los campos
de caña y sacarles el azúcar. Cómo pueden ocultar los colores lívidos, las
montañas con alma, los silbidos del bosque, los oscuros meandros que la luna
mantiene. Cómo pueden conseguir que se vayan los cantos de lo dulce del río,
que se mantenga organizado el caos de la paz, del dinero, del tiempo, de la
música, de la comida. Cómo lo hacen para que nada llegue al final sin
contratiempos, para que no pueda alcanzar trozos de pan a todo comensal documentado.
Cómo convierten los peces en meses, las mesas en rocas, los vientos en nada,
los nidos en vacío y los pollos en huesos disecados. Dónde guardan su magia,
dónde han puesto los colores a su cruel surrealismo, por dónde se baja para ver
sus prehistóricas vanguardistas. Dónde me escondo de los trapecistas de los
circos fatuos, en qué sitio vive Alicia olvidada entre sus mitos, por dónde
baja a nadar algún perdido incauto, qué va a nacer cuando hagan el holocausto.
Por qué saben de todo y nacieron para sus profecías, por qué compran el agua en
el mercado de la escasez e invierten en la bolsa con agujeros, por qué atrapan
conejos para fundar una escuela de magos impostores, a quién aprendieron a ver
desde los anteojos ciegos de Parménides, por dónde se van al átomo sin la
materia completa, en dónde hicieron nacer al color amarillo, por dónde se
hicieron sus gritos con risa, en qué eco surgió el sonido de la atmósfera
falsa. Por qué ustedes, los sabios con papeles, escriben sus mensajes de
autoayuda adolorida, por qué se van, no más, dejando hecha la masa sin que
leude, colocando los cubiertos y las servilletas para servir lo imposible,
acercando al mundo su plato hervido de impostoras proteínas, hurgando el
corazón del hambriento y triste y jugando a ser dichosos con los conceptos
oscuros de libertad. Por qué nos dejaron la parte más húmeda.
Por qué son tan felices sin poesía. A qué se debe la risa,
por qué mejor no se mueren de perfectos. Por qué se comieron todo el pavo. Al
menos los huesos pedimos, la médula de alguna pata, el gesto, el sonido, el
cogote. Un abrazo, al menos. Somos algunos .
© Xavier Oquendo Troncoso
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