Texto de Emiliano Campos Medina
En el Paraje Güemes, los niños caminaban descalzos sobre la
tierra, jugaban con una pelota descosida mientras los adultos hacían fila para
ser atendidos por el médico. Tomamos muestras del agua de los pozos y
repartimos pastillas potabilizadoras. Alguien me tocó el hombro. Era una
anciana que llevaba una caja de cartón con algunas artesanías. Después de
mirarlas una por una, me quedé con una lechuza de hilo. Contemplé el entramado
de sus filamentos. Diagonales de hilo negro cortaban las modulaciones
exquisitas del blanco, dos pequeños botones para los ojos ¿Serían el mismo tipo
de figuras que tejían con sus manos las mujeres asesinadas en Napalpí? ¿Las
mismas que sostenían aquel 19 de Julio de 1924 cuando escucharon los motores
del avión que las acribilló? Miré a mi alrededor. Ancianos y niños al borde de
la desnutrición; portadores de enfermedades erradicadas en la mayor parte del
país. Sentí que las masacres de antaño permanecían vigentes, reactualizadas por
otros medios. Como si el tiempo no hubiera pasado.
3 aviones sobre el paraje,
madres y niños saludan
con los brazos en aspa
al pie de las taperas.
De la barriga de las naves
caen golosinas en cascada.
Alboroto de piernas flacas
como rama de ceibo.
© Emiliano Campos Medina
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