22/1/25

Texto de Emiliano Campos Medina

 


    En el Paraje Güemes, los niños caminaban descalzos sobre la tierra, jugaban con una pelota descosida mientras los adultos hacían fila para ser atendidos por el médico. Tomamos muestras del agua de los pozos y repartimos pastillas potabilizadoras. Alguien me tocó el hombro. Era una anciana que llevaba una caja de cartón con algunas artesanías. Después de mirarlas una por una, me quedé con una lechuza de hilo. Contemplé el entramado de sus filamentos. Diagonales de hilo negro cortaban las modulaciones exquisitas del blanco, dos pequeños botones para los ojos ¿Serían el mismo tipo de figuras que tejían con sus manos las mujeres asesinadas en Napalpí? ¿Las mismas que sostenían aquel 19 de Julio de 1924 cuando escucharon los motores del avión que las acribilló? Miré a mi alrededor. Ancianos y niños al borde de la desnutrición; portadores de enfermedades erradicadas en la mayor parte del país. Sentí que las masacres de antaño permanecían vigentes, reactualizadas por otros medios. Como si el tiempo no hubiera pasado.

  

3 aviones sobre el paraje,

madres y niños saludan

con los brazos en aspa

al pie de las taperas.

De la barriga de las naves

caen golosinas en cascada.

Alboroto de piernas flacas

como rama de ceibo.

 

© Emiliano Campos Medina

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