EN ESTA
CASA YA NO CABEN LOS MUERTOS
a Edna
Pozzi
En esta
casa ya no caben los muertos.
No a
medianoche entre velas
ni en la
niebla que confunde el paisaje
sino al
mediodía
y a pleno
sol
en las
llanuras como un llanto infinito.
O entre
montañas
que repiten
el llanto.
Allí
debemos sentarnos
y tratar de
comprender
el pasadizo
que une
el pasado
con las
huellas del presente.
Sin culpas
sin miedos
eludiendo
mentiras
de los que
empuñan la verdad.
Inocentes
como el lobo
apaleado en
las fábulas.
Inocente
como el cóndor
de Olegario
Víctor Andrade.
Y también
con lo recordado
que dijo
José Hernández.
Bárbaros
como un
joven hachador
desnudo.
No sabemos
ya
cómo
continuar.
(Cuántas
voces a coro siguen diciéndonos
“yo fui
viajero del dolor”
en caminos
del fango sin tiempo)
En esta
casa ya no caben los muertos.
En yuyales
insepultos
están los
muertos de Huaqui
los de
Cancha Rayada
los de
Vilcapugio, los de Ayohuma.
Y en
desfiles patrios
los
fantasmas desfilan.
Son los
fantasmas de los guerreros
que iban a
conquistar en siete días Asunción
y
escondidos siguen sus cuerpos
pudriéndose
en pantanos
tropicales.
Dónde
quedaron los muertos
del 16 de
septiembre de 1955
ametrallados
por aviones
en Plaza de
Mayo.
O los que
acribillados caían
en el
puente de Arroyo Saladillo.
O los
degollados
que morían
bailando
la refalosa
en su propia sangre.
No son
rumores.
En esta
casa ya no caben los muertos.
Los gritos
ahogados en los campos
de
concentración
de los
cuarteles,
miles de
voces enmudecidas por la tierra.
Y la muerte por agua
solloza
gritando por las noches
en las
costas del Atlántico Sur.
O los
mártires torturados y muertos
por ser
hombres cuyo delito fue
escribir
nombre de varón
en el
corazón de sus almohadas.
Teas
apagadas por el espantoso
susurro:
“yo fui viajero del dolor”
qué
herencia de la patria dolida
nos queda
si ni
siquiera hay fuego para quemar tanta mentira.
© Alberto Lagunas
Nació en
San Nicolás en 1940 y murió en Rosario en 2018
Hablamos de
la tristeza de un domingo
de la
lluvia
que hace
dormir el pavimento.
Hablamos de
música o de alguna comedia
de Verónica
que canta a Edith Piaf
y hace que
París brote en su garganta.
Hablamos de
un poema lastimado
de una casa
habitada por reptiles
de un
baldío
donde
orinan los fantasmas.
Hablamos
de las rosas
que
arruinaron los pulgones
del libro
que pesa como el mar
en los
estantes de un recuerdo.
Hablamos
del clima y los relojes.
Hablamos
del amigo que esparce el azafrán
sobre el
arroz de nuestro insomnio.
Hablamos de
momentos enterrados.
Hablamos
del amor por las palabras
y de tantos
cuadernos sin usar.
Hablamos.
Hablamos.
Siempre
hablamos.
Para no
hablar de nosotros
hablamos.
© Daniel Ruiz Rubini
Alberto Lagunas: ¡Ah!, que dura visión de los momentos que fija la memoria, la violenta historia.
ResponderEliminarDaniel Ruiz Rubini: Dejadez, evasión, dolor. Vacío.
Fuerte.
Dos poemas, con mucha imágenes increíbles, gracias
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