Texto de María Soledad Gutierrez Eguía
GRITO
Es lejanía, estría azul; se esboza restaurándose tras la
fiebre de la niebla. Crepúsculo final, el grito. Primitivamente resuena a punto
de caer; es musitada voz, rostro de entrega, savia helada; es vaivén. Aunque de
otros, no importa. ¡No olvidarás!
Es pespunte en telas de araña.
Cae al mundo, como cayendo de hambre un animal; como el
cuello en la soga que se presta.
Se extrae del vientre fértil de la sed de todo miedo; lo que
llamamos vida.
La úlcera en la boca —a ambos lados—, silenciando. ¿Detener
el cauce, evaporar el grito?
Estruendo de cuervos, fantasmas aplaudiendo. El envés del
telar adopta la forma del aliento. Y el grito sordo, depredador de nieblas,
bebe el viento, lame los labios ulcerados.
Cae desde el nacimiento; ni la sombra de Dios interrumpe el
“canto”.
© María Soledad Gutierrez Eguía
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