Poema de Carlos J. Aldazábal
Espíritu
peligroso (Tokhan)
¿Cuántas veces peleamos?
¿Cuántas veces, vencido, vi derrumbarse el techo
mientras las manchas se diluían en mis ojos
y la ceguera paralizaba mi entendimiento
y los árboles morían en un chasquido inexplicable?
¿Y cuántas veces logré expulsarte, espíritu peligroso,
serpiente de mil nombres, acechante veneno para el talón
desprevenido?
Yo agradezco la batalla, y escupo para ver en los ojos del
mensajero,
el mismo que dijo con voz de gorrión:
“Viene el día, y con él el momento de la prueba”,
o “Viene el anochecer, y en su regazo el insomnio de la
duda”.
Una vez fue un colibrí lo que aleteó en mis ojos,
mensajero de fragilidad inaudita, de fortaleza meteórica,
y con cada aleteo el peligro aminoraba
y se fortalecía la victoria del astuto.
“¿Por qué duelen las pruebas?”, pregunté al mensajero,
antes de que vos, espíritu peligroso, volvieras traicionero
a emboscarme.
Porque tus golpes tienen dureza de algarrobo
y engañan el corazón como la aloja.
Porque tus golpes son remolinos,
viento despeinando la certeza de la bondad del hombre.
Porque tus golpes arrinconan, como la hormiga que destroza
al pichón caído,
como el agua desbordada que carcome la madera, pudriéndola
de a poco.
Pero aquí estoy, espíritu peligroso, intacto y desafiante,
sobreviviendo a todos tus embates en el aletear de un
gorrión, de un colibrí.
© Carlos J. Aldazábal
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