Poema de Javier Saleh
(y todavía se puede hilar más fino
el fuego no entiende su propia ceniza
(de que la música nunca en el instrumento)
por eso se habla tanto del paréntesis
y tan poco de lo tachado)
¡oh, perros detectores de explosivos
rodeando a un ladrillo hueco!
el helicóptero pasa tres veces
por la misma frase
sus cuatro quintos de lo mismo
difaman nuestro patito feo
invertebrado de estilo
y el reseñista lo presenta
como si fuera un método
o un pez de color
como si su marmita personal
pesase lo que es debido
y como si fuera a encajar
su sombrero
sobre una cierta cabeza
que se deja observar
(la espada suspendida
sobre la mano que escribe)
y un silencio para nada embarazoso
del alambre torcido
que ya no vuelve
a su primera posición
igual quien moja los labios
por cortesía
en los bordes del whisky
pero lo suyo es el agua
así la vivisección de los pájaros
que cantan en más
de una frecuencia
hasta pulir la canción
el rifle detrás de una pared
para que no se estipule
de dónde el disparo
la pared no está quieta
simplemente se anticipa
a nuestro movimiento
(todos los aplausos
se parecen
y solas se activan
las regaderas de césped)
lo simbólico nunca pasa
por el lugar de los hechos
por ejemplo
morder la punta de los guantes
para retirarlos de cada dedo
esta metáfora
tiene mucha nieve encima
pero no por eso después
de tanto cavar
hallarán una pala
hecha la salvedad:
a la última calle de tierra
cuesta verterle
la primera cal.
© Javier Saleh
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