Texto de María Soledad Gutierrez Eguía
NADIE CON MI VOZ
A Alejandra Pizarnik
Rezo y suelto la cuerda; que nunca digan que esto pasó.
Que la noche opresora duerma en la garganta.
Que beban de mi boca, que se embriaguen de cansancio; que
nunca digan que esto pasó.
No es más que la sombra desnuda del viento y mil pájaros
crucificados por hilos; cenizal amargo.
Ocúltate del sol; danza la noche; abraza lo oscuro; devora
el último miedo como el ave muerta.
¿Quién no teme al ángel del pasmo, aunque fuere con plumas
deliciosas; aunque fuere blanco recién nacido?
No sé sino del alba que me nombra; de la bruma horrible y de
flores muertas.
Quisiera hablar de la sonrisa. ¡Que alguien me enseñe a ser
feliz!
Que no me derrumbe en la que soy cada hora y cuidado de no
humillarme ante la lluvia.
Nadie aúlle con mi voz y arrastre mis ojos al cenizal.
Ya me alcé mariposa. El pájaro colérico, ya arrastró mi
nombre.
Y lo que muere hoy es más que un desierto de risas.
Y que los pájaros rígidos me asistan.
© María Soledad Gutiérrez Eguía
Etiquetas: María Soledad Gutierrez Eguía
1 comentarios:
Muchas gracias Gustavo por tu generosidad de siempre.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio