Poema de Samuel Amaya
Cuando nos tocaba jugar a la escondida
y cada quien debía encontrar su lugar oculto,
Ramirito me invitaba al suyo
para que nadie pudiera encontrarnos
para que las sombras nos abrazaran
eran segundos donde me hablaba sin miedo;
yo era una especie de dios
a quien le rezaba un rosario completo
y amén no era el final.
Su boca dibujaba un barco de papel
que navegaba por mis oídos buscando puerto.
Una vez, con esa misma boca,
trajo a su vieja a nuestra oscuridad,
con final y silencios, me dijo
mami dice que a los putitos como vos
se los llevará el cuco y hombrecitos como yo,
bien machos, jugaremos con el ángel de la guarda
así me decía ese amigo de la infancia
que era más tierra en la boca que leche
y sus manos un hormiguero de bolunchos.
Siempre me quedé con la intriga de saber
qué habrá pasado con Ramirito
si aún recuerda ese momento
de contarnos cosas en la oscuridad
si habrá tenido familia,
si sigue siendo un hombrecito,
bien macho y con ángeles
que lo guarden…
Tengo unas ganas de llegar a ese cielo,
de enredarme en los brazos de tata Dios
y cuando me toque verle la cara a Ramirito,
salir de mi escondite y decirle:
piedra por mí y por todos los putitos.
© Samuel Amaya
Etiquetas: Samuel Amaya
2 comentarios:
Muy bien dicho Samuel. Todos jugamos a escondernos y descubrirnos...en actos y en palabras...
Saludo desde Córdoba
Justo,justa estocada,placer
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