28/6/25

Antonio Tello comparte a Gutiérrez/García Mateos/Rins

 


La arena se ha hecho nudo, ira se ha vuelto el viento

que ha poblado los ojos de ardientes torbellinos

que ahogan en su caos los trayectos del alba,

que apagan la cálida certeza de las llamas,

      cuerpo de mansedumbre plegado en su aridez.

Se hunden las bóvedas que amparaban la desnudez de siglos,

hallando las veredas hacia ese manantial interno

               del desierto en la rosa, en el almíbar de las datileras

expandiendo su verdecida sombra.

Se ha quebrado el nutriente, las blancas uvas de la lluvia

        sagrada.

Queda la sarmentosa piel inscrita en precarias

      paredes de abandono.

El joven vagabundear por la yerma calvicie de un

     espacio y un tiempo sin mata que trenzar.

 

Alí es casi adolescente, con la mirada seca y secas

    las entrañas.

Cuando en la noche bajo un techo de arcilla sueña

con abundancia, el agua borbotea, se viste con sus olas,

   las penetra, es un útero

el mar que ya lo acuna, el vientre inmenso en que viajó Jonás.

   Olvida las manos partidas en cien bocas de la madre,

se despoja del antiguo canto con que hierve su sangre,

   del augurio escondido en las tablillas o en los huesos,

del amplio añil enjugando la espera

   de la aspereza de los horizontes.

 

Y se adentra en la vorágine de la noche de los mercaderes

               de corazón roído

con las sandalias de un puro despertar

en busca de la estela en el aire, en la espuma

       o quizás de la estela en ese pozo anónimo de arena

tan cerca del anhelado aliento, del rumor de las risas

     de cuerpos bronceados, de ese perfil

del mundo diseñado en sus sueños.

 

© Goya Gutiérrez


 

RECUERDA, OH, RECUERDA

 

En memoria de Ramiro Pinilla,

a quien tanto quería.

 

Recuerdo el principio del tiempo,

cuando de mí no había memoria ni amenazaba mi nombre el pábilo tembloroso del olvido,

cuando los girasoles del valle quebraron sus cabezas por seguir asombrados el vuelo refulgente de una estrella fugaz,

cuando los candiles de carburo alumbraban impávidos el encuentro de los amantes enfebrecidos entre la oscuridad de los túneles del ferrocarril,

cuando mi madre temblaba en el paritorio de una maternidad de beneficencia con la mirada humedecida por el fulgor de una quimera,

cuando sobre la tierra caminaban los sueños libidinosos de los catecúmenos envueltos en sudarios de organdí.

 

Recuerdo los paisajes que nunca existieron,

donde creció mi infancia acobardada entre la serenidad de los viejos encinares y el cimbrear de los álamos del río,

donde desde la torre almenada del castillo dictaban los astrólogos el augurio inquietante de los siglos venideros,

donde la lechuza traspasaba los ventanales vidriados de la iglesia para beber en el velón de aceite de Santa María,

donde bajaban de la sierra arroyos humeantes de espuma, de luz, de nieve nocturna atormentada,

donde la mirada amenazadora del basilisco rebullía bajo el miedo y el estiércol otoñal de los establos.

 

Recuerdo lo que nunca viví, los lugares que no visité, a las gentes que no conocí,

lo recuerdo todo con memoria tan clara que da miedo asomarse al despeñadero azul de las palabras inmoladas

y más miedo aún decirlas en voz alta, no sea que su eco nos empuje al fondo del abismo,

a la búsqueda sin fin de lo imposible, al dolor del destierro, a la ebriedad, a la locura,

porque son ellas, las palabras suicidas, libres del lastre de los diccionarios, las que susurran en mi oído con voz alucinada,

recuerda, oh, recuerda, no lo olvides jamás.

 

© Ramón García Mateos


 

LA SUPERVIVIENTE 

 

Más allá de la verdad omnicomprensiva

de la ultrajada, la olvidada, la humillada

puedo un día descubrir que he sido libre.

Destejer con las uñas los calzoncillos de Penélope.

Desgarrar con los dientes los hilos de las Parcas.

Cortar el nudo indesligable que me esclaviza

a un dios cruel, indiferente y sibarita

confiando en que donde quedó un muñón

crezca mañana una mano arborescente.

Emerger triunfal como una estrella mutilada

de la boca insaciable de un agujero negro

ante los ojos impotentes del universo.

 

© Silvia Rins

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3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Poemas intensos, profundos, interpelan. Me identifiqué mucho con la superviviente, por su musicalidad.

28 de junio de 2025, 17:31  
Blogger graciela elvira ha dicho...

Qué inmensos poemas. Gracias poetas y a Tello por la elección. Bienvenidos poetas. Un placer escucharlos. ♥️🦋

28 de junio de 2025, 17:45  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Excelentes. Gracias por traer los poetas. Graciela Barbero

28 de junio de 2025, 18:36  

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