13/11/24

Poema de Valeria Cervero

 

 

Nací el mismo día en que mi padre y que la madre de mi padre.

Esas coincidencias se dan en mi familia.

Mi abuela también murió la misma mañana

y casi a la misma hora en que nació mi sobrino.

En su agonía, ella esperaba al bisnieto

como si hubiera querido protegerlo mientras llegaba a este mundo.

Fui la última en hablar con ella, aunque tal vez no me escuchara.

Después de eso ya no despertó.

También fui la última que habló con la madre de mi madre

antes de que muriera en un colectivo.

Su corazón dijo demasiado pronto que no podía seguir.

Lo último que le escuché decir a mi mamá

fue el nombre de mi hermana pidiéndole algo.

Las mujeres de mi familia murieron solas o acompañadas,

pero dejaron sus voces sonando en el recuerdo antes de irse.

Tal vez haya sido una forma de legado,

una manera de tocar los otros cuerpos desde la lejanía.

No busco entender las vueltas que da la propia historia o la ajena.

¿Qué encanto tendrían entonces?

Dios tal vez sea todo lo que no logro comprender

pero no llega a parecerme absurdo.

 

© Valeria Cervero

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2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Excelente y rotundo! Alfredo Lemon

14 de noviembre de 2024, 8:25  
Blogger Alicia ha dicho...

Una herencia singular. Tanto, como tu excelente poema.
Abrazo,
Alicia Márquez

15 de noviembre de 2024, 12:37  

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