Tendríamos que trabajar el poema
sin afán desmedido,
hundirlo en el sector del pensamiento
en el que se confunden
las larvas con el humo de incienso;
pegarlo a la membrana
más dócil y doméstica
como si se tratara de empollar
los huesos de la noche
en el vacío
que deja el repliegue del sonido.
Recién entonces
mover los cascabeles.
© Alejandro Méndez Casariego
Es tan difícil decir con palabras lo que este poema despierta. Es como presentir un fantasma moviéndose detrás nuestro, pero se escapa si queremos verlo.
ResponderEliminarA mover los cascabeles y que surja el poema! Bravo Alejandro, Alfredo Lemon
ResponderEliminarHermoso. Un placer leerte
ResponderEliminarEmpollar los huesos de la noche...muy bello. Fabiana León
ResponderEliminarQue bello poema!
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