RUEDA la moneda.
El color de la plata desgastada es bello y es muerto.
Las mesas del café son circulares.
La conversación circula por ellas.
Cada parroquiano deja una moneda junto al plato
y guarda el saquito sobrante de azúcar en el bolsillo.
Las monedas ruedan al suelo.
El mozo las levanta y las coloca de canto entre los
nudillos.
El mendigo toma la moneda de las manos de la solitaria
que escribe y allá, en la esquina, lo espera
la mendiga tonta y malhumorada que trasiega la vida
junto con él, moneda a moneda.
© Eugenia Cabral
Moneda a moneda!
ResponderEliminarQué bueno leer tu poema Eugenia!!
ResponderEliminarqué profundo, Eugenia! un placer leerte!
ResponderEliminarabrazo
claudia
Qué tristeza !!!!
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