28/6/24

Poema de Carlos J. Aldazábal

 

 

          Sol (Ifwala)


Arrojados a la luz mis ojos descubrieron un color sin nombre.

Ese resplandor era mortal. El sol lo hacía más terrible,

y recordé la muerte de la corzuela enceguecida por el sol.

Alguien escupió mis ojos y la palabra vino a mí

pero el sol amarilleaba la escena haciendo todo más terrible:

el polvaderal, la muerte, los insectos.

Entonces recordé a la corzuela y sus saltos pequeños,

e imaginé sus ojos desafiantes heridos por la luz.

Entonces imploré, y una corzuela corrió por mi mirada

centelleando en la oscuridad, herida de vida,

volviendo a bostezar en el descanso, comida del jaguar.

Padre Sol, raptor de la hermosa timidez,

de la oculta en el monte,

de la que es sombra furtiva,

de la levedad sin ruido

de la cautiva en tu esplendor,

devuélvenos el misterio de sus pasos,

el misterio del escape imponderable,

el misterio de la huida cuando no hay dirección,

la velocidad silenciosa de la sobreviviente

                            en el arenal vuelto pantano…

Así imploraba en mi ruego,

y por mi ruego el sol fue oculto y la corzuela descendió,

sutil aparición de la palabra,

gentil expiación, huella en el aire,

capaz de la hermosura bajo la luz terrible.

 

© Carlos J. Aldazábal

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3 comentarios:

Blogger Ines ha dicho...

¡Una belleza!Gracias y abrazo, Inés Legarreta.

2 de julio de 2024, 16:31  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Hermoso, Carlos, ¡gracias!

3 de julio de 2024, 9:11  
Anonymous susana szwarc ha dicho...

Carlos, hermoso poema! Y estamos viendo a esa corzuela y su huella.

3 de julio de 2024, 18:47  

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