Luego de tres años y veinte mudanzas en
tres países,
llegó la visa de refugiado de Naciones Unidas.
Visa
Una hoja cae en soledad.
Alguien, que también está solo, la ve caer.
Qué pena que no se hubieran dado cuenta
cómo sus miradas se hacían compañía.
Son los ojos del desencuentro
pegados sobre la cara de los refugiados.
Siempre con la misma confusión salina
entre el esperar y el desear.
Un día, este día, otro día.
El día en que un pesado océano
se posa sobre el escritorio…
¡Y te visan, y te sellan, y te manchan los
dedos!
Sin que sepas que algo de esa tinta te llevará
al terrorífico consulado de las buenas
intensiones.
Hoy es un día que al decir gracias
tu voz tiene un confitado cursi.
Ojalá pudiese irme en silencio
como las hojas que caen.
© Blanca Lema
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