Acaso no pueda irse quien sabe que la ceniza permanece, quien sabe que la sangre permanece, que el rastro de las heridas permanece hasta que todos lo olvidan. Y aunque sabes que la herida es finalmente un camino de la luz al interior no puedes irte y olvidar. En ti, como en los árboles, deben pender los inviernos y los nombres, su consistencia de sal y de aguacero.
© Luis Luna
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