Una vaquita de San Antonio camina
por una pared de ladrillos
iluminada
con los cantos de los monjes.
La miro perderse,
apenas un tenue punto rojo
se desliza, vivo, por la arcilla
que en otro tiempo
no fue lo que es.
Otras manos
- distintas de las que hoy imploran-
fabricaron los ladrillos
otras los apilaron
con orden y cemento.
Ella camina, diminuta,
ajena al
trabajo
y al canto religioso.
El mundo de las cosas
y la vida
se esmeran en su contradicción.
© Alicia Waisman
Muy buen poema, con un remate de antología.
ResponderEliminar"El mundo de las cosas /y la vida/ se esmeran en su contradicción"
Gracias! Alfredo Lemon desde Córdoba
Gracias, Alfredo Lemon
Eliminar