Ménage a trois
Después de la tormenta,
entro en la jungla del jardín
y se me enreda el pelo en una tela
que ha quedado colgada del follaje.
Una mariposita oscura
del tamaño de una polilla grande
puede pasar por una flor
o una hoja desprendida del fresno
si está quieta a la sombra.
Yo la salpico un poco
y ella empieza a moverse en el vapor:
da la impresión de que dormía. Ahora
que me acuerdo
hubo un verano en que vinieron cientos
como si más allá de la pared
se estuviera prendiendo fuego el mundo.
A la semana iban quedando tres,
prácticamente idénticas:
era una saga de niños ondulando
a la hora de la siesta,
pero yo distinguía sólo una
con el borde del ala hendido en forma de
bahía.
Había que verlas copular
encendidas al sol
sobre el cantero de la menta.
Buey solo ubica el ojo en el vientre de la
aguja,
me digo para mí,
y espero una estación frondosa
de aromáticas
como una golosina.
© Estela Zanlungo
Que belleza este poema tan luminoso en su sencillez. Te abrazo Estela
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