Abuela, las abejas de la infancia me
llevaron de nuevo a tu jardín solitario.
Volaban como palabras futuras sobre las
flores que a nadie di por temor a que se secaran dentro de otro corazón
sediento.
Yo tenía un alma muy vieja.
Subía por la espina del día.
Escuché en tu alma los truenos, abuela,
para que nuestras flores estuvieran a salvo.
© Claudio Archubi
Hermoso recorrido. Gracias Claudio y por compartir, Gus.
ResponderEliminarMuy bueno. Envolventes son estos versos. Gracias
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